Armando García debía estar ya
en la playa con su mujer y sus hijos, ya que ese día habían comenzado sus
vacaciones. Pero, unos asuntos le tuvieron hasta tarde en la oficina y, para
colmo, ese día estalló una gran tormenta y no era conveniente coger el coche,
así que llamó a su mujer y le dijo que llegaría al día siguiente.
A la mujer no le hizo
mucha gracia.
- No te preocupes,
cariño –le dijo él –. Estaré allí cuanto antes. Estoy deseando reencontrarme
con vosotros.
Pero era mentira. A él,
en realidad, todo aquello le venía bien, ya que iba a tener esa noche para el solo la grande y lujosa casa donde vivían.
Acomodado en el sofá,
veía tranquilamente la Tv con una cerveza en la mano. Estaba viendo un partido
de futbol y, en el intermedio, pusieron un anuncio bastante subido de tono. Ni siquiera
sabía lo que anunciaban, solo veía a unas chicas muy explosivas y ligeras de
ropa moviéndose de forma sensual.
No tardó en ponerse
cachondo y lamentó estar solo. Le hubiera encantado traer a alguna de sus
amantes allí; no hubiera estado mal verse con alguna de ellas por una vez en su casa y no en un hotel. Sin embargo, dudaba mucho de que alguna de
ellas quisiera salir con esa tormenta. Pensó también en llamar a “una
profesional”, pero corría el riesgo de que alguno de sus vecinos se enterara y
en ese vecindario las noticias corrían.
Sin embargo, como
respuesta a sus plegarias, alguien llamó a la puerta, resultando ser dos chicas jóvenes. Las dos eran todo un regalo para la vista; además, estaban
mojadas por la lluvia y la ropa se les ceñía más al cuerpo dibujando más sus esculturales curvas y dejando ver que no llevaban ropa interior debajo.
- Disculpe, señor –dijo una de ellas –. Nuestro coche se nos ha
averiado y nuestros móviles se han estropeado con la lluvia. ¿Podemos utilizar su teléfono
y esperar a que llegue la grúa?
El tipo aceptó
encantado y no dudó en dejarlas entrar; desde el primer momento, se veía en su
mente montándose un trío con esas chicas. Una de ellas fue a la cocina, donde
estaba el único teléfono fijo de la casa, para llamar a la grúa. Luego regresó
y los tres conversaron en la sala de estar.
Estuvieron largo tiempo
charlando, riendo y bebiendo cervezas. El tipo estaba tan cachondo con esos dos
bombones mojados tan cerca, que no se dio cuenta de que pasaban las horas y la
grúa no llegaba. Además, poco a poco, la conversación se fue volviendo más
picante y, para alegría de él, las dos chicas empezaron a comportarse como unas zorras.
Al final, terminó en su
cama con las dos chicas, que se lo follaron de muchas maneras distintas y practicando
los juegos más perversos que él jamás hubiera imaginado.
El tipo despertó a la
mañana siguiente. La cama estaba revuelta, pero no había ni rastro de las dos
chicas. Rápidamente, se temió lo peor y comenzó a buscar por toda la casa. Las
chicas se habían ido, pero no parecía que hubieran robado nada; no eran unas ladronas.
Respiró de alivio y
empezó a preparase para el viaje.
Pasó las vacaciones con
su familia y, cuando estas terminaron, regresó al trabajo. Al entrar en su
despacho, se sorprendió cuando vio a
Lorena sentada en su sillón tras el escritorio con una maliciosa sonrisa.
- ¿Qué haces aquí? –preguntó
él furioso.
Lorena había sido su
ayudante y una de sus primeras amantes. Él le había prometido que la ayudaría a
ascender en el trabajo si se acostaba con él pero, cuando se cansó de ella,
hizo que la despidieran y no la había vuelto a ver desde entonces.
Iba a llamar a
seguridad, pero ella le dio la vuelta a un portátil que tenía sobre
la mesa y él se quedó boquiabierto al ver las imágenes de una cámara oculta que
le había grabado con las dos chicas de la noche tormentosa. Rápidamente, cogió
el portátil y lo miró más de cerca, completamente perplejo.
- Puedes quedártela,
tengo más copias –dijo ella en plan mujer fatal –. Una de ellas en una caja de
seguridad con instrucciones de hacer público su contenido si me ocurriera algo.
Él cerró el portátil y
la miró.
- ¿Qué coño quieres?
Ella soltó unas
carcajadas.
- Esas dos chicas me
costaron muy caras. No son prostitutas, pero me costó dinero convencerlas.
Pero, da igual, porque me vas a pagar una buena suma de dinero todos los meses
si no quieres que tu mujer vea la cinta. Sería una putada que ella se
divorciara y se quedara con la mitad de tus bienes; es lo que tiene no haber
hecho un acuerdo prematrimonial…
- ¡Eres una maldita
zorra!
Ella volvió a reír.
- El dinero que les
pagué a esas chicas les vendrá muy bien para cuando tengan que costearse la
universidad –el hombre abrió los ojos como platos –. Si, son dos adolescentes,
tienen 16 años y aún van al instituto. ¿Sabes lo duro que es ir a la cárcel por corrupción de menores...?
El tipo estaba tan
perplejo que dejó caer el portátil al suelo y este se rompió.
- Tranquilo, ya me
comprarás otro cuando me hagas el primer pago. Luego me pondré en contacto para
decirte cuanto te va a costar haber sido tan cerdo…
Se puso en píe y se
largó del despacho dejándole solo. Armando se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar.
Semanas después, Lorena
se encontraba en un coche con las dos chicas sentadas en el asiento trasero. Las tres vigilaban una lujosa casa en
las afueras y a un hombre algo mayor que vivía en ella.
- ¿Así que ese es tu
padrastro? –dijo una de las chicas.
Lorena asintió.
- El muy cabrón solía
colarse en mi dormitorio. Cuando mi madre lo descubrió, dijo que yo le había
seducido y me enviaron a un internado –miró a las dos chicas con una maliciosa
sonrisa –. ¿Puedo volver a confiar en vosotras…?
Las dos chicas también
sonrieron maliciosamente y asintieron.